Architects for Peace's president, Beatriz
Maturana recently published an article from the city of Santiago. The letter appears in El Libero and in El Mercurio (22.10.2020) and deals
with the role of the professions of the built environment in the social unrest.
Political parties and institutions from the left and center-left supported the
uprising of 18th of October 2019, the Estallido Social. The center-left
had governed for 24 of the last 30 years and lost office to the second center-right government in 2018. The Estallido Social is distinguished by its
unprecedented level of violence and destruction of urban infrastructure,
architecture and built heritage. This protest forced an agreement for a
plebiscite to approve or reject a new constitution together with an agreement
for peace. The Plebiscite is next week but peace never came. A year later, the
violence that looted, burnt and destroyed the entire Metropolitan transport
system, medical centres, schools, universities, hotels, businesses,
supermarkets and churches had spread across the country. In the rural south,
homes continue to be burnt. Marking one-year, protesters destroyed with arson
attacks two historic churches in central Santiago. They had both been partially
destroyed when the crisis began in October 2019. The crowd of young protesters
applauded and screamed as the burning church spire fell.
Beatriz has lived and worked in many parts of the
world but has not witnessed a citizenry destroying its own built heritage or
seen young people being manipulated by falsehoods. Chile has the highest Human
Development Index in Central and South America.
Architects for Peace was formed because cities
are where over half the world’s population lives and are the target of
contemporary wars and civil conflict. In Chile, there is no professional body
that represents the professions of the built environment which is speaking
against the violent destruction of Chilean Cities, of its capital, Santiago.
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Image source unknown, mostly from local media.
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Publicado en El Libero, 20 de octubre, 2020
Publicado en El Mercurio, 22 de octubre, 2020
Señor Director:
La destrucción sin precedente iniciada el 18 de octubre del año pasado hizo retroceder al país en 40 años. Los costos calculados hasta febrero de este año indicaban que éstos superaban lo invertido en un año por concepto de gratuidad en educación superior, y que la reparación de las 118 estaciones del Metro excedió el gasto anual del sistema de subsidio habitacional. Lo anterior no considera el daño infringido a la sociedad y a la credibilidad del país.
Tal como las personas, ninguna ciudad es perfecta y eso se aprende con la madurez. El título profesional, en cualquier área y en este caso en las relacionadas con el diseño de la ciudad, se refiere no sólo al conocimiento experto, sino a la ética profesional que representa la génesis de todas las profesiones y que se expresa en la búsqueda del bien común. El conocimiento profesional (lo opuesto al dogma) permite comprometernos con la búsqueda de soluciones a las inequidades urbanas, con la sensatez y comprensión de que los cambios en las ciudades (donde converge lo social, cultural, económico, ambiental) son complejos y toman tiempo. Es por lo anterior que avalar la violencia, la destrucción y la extorsión usando a la ciudad como moneda de cambio para el logro de agendas ideológicas, es contrario a toda ética profesional.
La ciudad siempre ha sido y seguirá siendo el escenario de la vida cotidiana, de sus alegrías y desafecciones. Por otro lado, su destrucción aniquila el espacio de comunicación cívica y de la vida en compartida como sociedad. La ciudad destruida no representa sólo un problema material, sino que atenta contra nuestra dignidad y la cultura que nos une, y es eso lo que ha sido atacado sistemáticamente para crear el escenario de polarización y odio que algunos justifican o persiguen.
Para alguien que ha sido testigo de postrevoluciones, puedo dar fe de que permitir que fanáticos (ostentando títulos profesionales) justifiquen la destrucción de la ciudad es el camino más expedito a la miseria humana, de la cual ya somos testigos.
De: Beatriz Maturana Cossio, arquitecta y urbanista, académica
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